Pocos años después de su implantación en España, los avances en I+D han permitido que estas centrales termosolar produzcan energía incluso sin Sol.

Antonio Villarreal

Hace siete años que la primera planta termosolar, la PS10 de Sanlúcar la Mayor, Sevilla, se puso en funcionamiento en España. Desde entonces, especialmente la mitad sur de la península, se ha poblado de instalaciones cada vez más complejas y capaces de producir más megavatios de electricidad limpia. Hoy, las plantas de energía solar térmica en nuestro país superan las 50 –con una capacidad conjunta superior a 2.300MW– y muchas empresas españolas exportan su tecnología termosolar a otros países.

 En un contexto complejo para la producción de energía eléctrica renovable en nuestro país, la termosolar es una de las que más ha invertido en innovación y desarrollo, hasta alcanzar unos niveles de eficiencia y aprovechamiento que poca gente sospechaba hace una década. 

«Las termosolares actuales funcionan muy bien, con características de gestión que las hacen muy prometedoras para sustituir a las de combustibles fósiles y a las nucleares», apuntaba hace unos meses Valeriano Ruiz, presidente del Centro Tecnológico Avanzado en Energías Renovables de Andalucía, «pero se puede y se debe mejorar aspectos técnicos, económicos y medioambientales, que deberían ser el objeto de la investigación», añadía. 

 Al respecto, Santiago Arias, director técnico de Operación y Mantenimiento de Torresol Energy, la empresa que impulsó Gemasolar, la primera planta comercial de energía solar térmica con tecnología de receptor central de torre y sistema de almacenamiento en sales fundidas, ubicada en Fuentes de Andalucía, Sevilla, apunta: «Existe margen de mejora, pero está más relacionado con la reducción de costes de inversión que con el incremento de la eficiencia energética, que es ya muy relevante, sobre todo en comparación con otras energías renovables».

Esta central, una de las más innovadoras a nivel mundial, es capaz de producir electricidad durante 24 horas ininterrumpidamente. El pasado verano, la planta estuvo «en producción durante 36 días consecutivos, algo que no había conseguido hasta la fecha ninguna planta solar». 

Y además, con una eficiencia que Arias asemeja a las plantas convencionales, ya que «las condiciones de presión y temperatura de vapor que se utilizan utilizan en Gemasolar son las mismas que en una central térmica convencional de carbón, con lo que el rendimiento del ciclo de la turbina es idéntico». Con la diferencia de que aquí, el combustible es inagotable y no contaminante. Para llegar a este punto, la termosolar ha tenido que resolver antes algunas cuestiones técnicas. 

Mejoras técnicas 

De acuerdo con un informe elaborado por Rubén Ron, de Iberdrola, algunos de estos problemas estaban relacionados con el «mantenimiento correctivo», basado en la «reparación de los equipos y sistemas», o la intermitencia del recurso energético. Por ejemplo, las pérdidas de energía en un día despejado de sol en primavera o, especialmente, en invierno, que se disparaban con respecto al verano.

 Paradójicamente, la búsqueda de una mayor eficiencia en este tipo de plantas equivalía a tener que ‘desacoplarlas’ cada vez más de la cantidad de radiación solar. Es decir, que fuesen capaces de generar energía incluso a primeras horas de la noche, cuando la demanda de electricidad es elevada. «Esta característica, que se conoce como ‘despachabilidad’, permite suministrar a la red en función de la demanda, y por tanto convierte la energía solar en gestionable», dice Arias.

Avances en materiales 

Otros de los grandes avances del sector se da en el campo de los materiales. Al igual que la fotovoltaica emplea nuevos polímeros capaces de atraer o reflejar más cantidad de luz solar, la termosolar ha pasado de los calderines con vapor de aquellas primeras plantas a las sales fundidas. 

En cualquier caso, para sus responsables, técnicamente hablando, ya se ha recorrido gran parte del camino y sólo queda mejorar con pinceladas el proceso. «Los sistemas actuales de almacenamiento se basan en grandes tanques aislados que contienen sales fundidas a alta temperatura», explica Arias. «Por supuesto que, a través del aislamiento, un tanque de 40 metros de diámetro pierde calor. Pero, si se hacen los cálculos, esas pérdidas son de algunos kilovatios. Cada día almacenamos y transferimos en las plantas del orden de 900-1000 millones de WH de energía térmica, por lo que las pérdidas del sistema de almacenamiento son insignificantes».

 Al igual que sucede con cualquier nueva tecnología, aún hay mucho que hacer en cuanto al abaratamiento de la inversión. Para el experto de Torresol Energy, hay dos maneras de lograr esta reducción en los costes: «Por un lado, mediante una economía de escala que permita hacer centrales de mayor tamaño, más eficientes, y, a su vez, crear una red de suministradores; y por otra, mediante el desarrollo de soluciones de I+D+i que permitan  disminuir los gastos de construcción, montaje y mantenimiento de las instalaciones. Muchas de las innovaciones de SENER y de Torresol Energy en el ámbito termosolar van en esta dirección». 

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