A precio de oro pagarían con gusto la prima para la producción de las energías renovables, de las que Sevilla es referencia con plataformas termosolares como la de Solúcar (Sanlúcar la Mayor).

 

Lo que darían ahora el Gobierno y el pueblo japonés por depender de la energía solar, de la eólica, de la biomasa. A precio de oro pagarían con gusto la prima para la producción de las energías renovables, de las que Sevilla es referencia con plataformas termosolares como la de Solúcar (Sanlúcar la Mayor). Tecnologías que algunos denuestan en España porque son más caras a corto plazo, silenciando que serán las más baratas a largo plazo. Incalculable es la factura que pagarán los japoneses por respirar partículas radiactivas.

Los criterios economicistas que se aducen para seguir postergando la reconversión de nuestro modelo productivo y consumista son cartas marcadas que pierden la partida cuando sucede lo que no está escrito en el guión que excluye la posibilidad funesta por interés de parte. Incluso en Japón se restó probabilidades a lo que sabían probable: un terremoto descomunal y un tsunami espantoso. Durante décadas, Japón ha tenido en la energía nuclear uno de los pilares de su pujanza industrial. Es admirable que un archipiélago se convirtiera en la segunda potencia económica. Pero la destrucción de una de sus centrales nucleares puede cargarse el bienestar de 40 años, provocar el aislamiento de la nación, y una calamidad apocalíptica con éxodos propios de territorio superpoblado.

Los partidarios de las nucleares, que nunca abogan por su instalación al lado de sus hogares, lo tendrían complicado para reunir a la comunidad nipona afincada en Sevilla y convencerla de que lo mejor para enriquecer su país es fiarse del uranio enriquecido. Qué no empeñarían hoy los japoneses, desde su excepcional civismo y espíritu colaborador, para tener en sus islas mil plataformas solares como la de Solúcar. Menos potentes para garantizar un mundo de rascacielos, trenes bala y fábricas de coches. Pero mejores para dar gracias a la vida por disfrutar del sol naciente.


Juan Luis Pavón,
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