La necesidad de reducir drásticamente las emisiones de CO2 va a llevar a un progresivo e irreversible proceso de sustitución casi total de las energías fósiles en los sectores de generación eléctrica, doméstico y transpo

Ya ocurrió en el siglo XIX, las máquinas reemplazaron mucha actividad manual, mejorando las condiciones en el trabajo e incrementando la productividad y la riqueza. También el ferrocarril sustituyó los transportes con caballos, impulsando el comercio y la economía. En el siglo XX la electricidad sustituyó las antorchas para la iluminación y se convirtió en vector energético para otras muchas aplicaciones.

Ninguno de estos procesos de cambio fue fácil ya que encontraron fuerte resistencia de los sectores convencionales que veían peligrar su posición dominante.
 
Lo mismo pasa ahora con las energías renovables.
·         Cuantos más captadores solares para agua caliente, menos petróleo y gas.
·         Cuanta más biomasa para calor doméstico, industrial o generación de electricidad, menos petróleo y gas.
·         Cuantos más aerogeneradores eólicos, menos gas.
·         Cuantas más instalaciones fotovoltaicas y centrales termosolares, menos gas.
·         Cuantos más biocarburantes, menos petróleo.
·         Cuantos más coches eléctricos, menos petróleo.
 
La necesidad de reducir drásticamente las emisiones de CO2 va a llevar a un progresivo e irreversible proceso de sustitución casi total de las energías fósiles en los sectores de generación eléctrica, doméstico y transporte. Todas las aplicaciones que lo harían posible están comercialmente maduras y ya se están empleando a cierta escala en nuestro país, pero necesitarán que se continúen los apoyos durante unos pocos años para completar la tendencia pronunciada de reducción de costes y para que sean totalmente competitivas en términos de precios finales a los usuarios lo antes posible.
 
Ahora bien, ¿cuánto nos cuestan de verdad las energías fósiles? El Ministro de Industria acaba de decir que cada subida de 10 dólares en el barril de petróleo cuesta a la economía española 6.000 millones de euros. Esto es más que las primas anuales que reciben las renovables.
 
España tiene una dependencia energética del 85%, cuando la media europea no llega al 60% y ha tenido un modelo de desarrollo apoyado fuertemente en la construcción. Por eso una firme apuesta por las renovables haría progresivamente a nuestra economía menos vulnerable a estas bruscas subidas de precio del petróleo. Además incrementaría nuestro PIB al reducir las importaciones y generar mucho valor añadido con la construcción de instalaciones de energías renovables, reduciendo muy eficazmente el paro.
 
¿No es precisamente esto lo que España necesita? ¿qué mejor alternativa cabría pensar para reemplazar la actividad del sector de la construcción?
 
Preocupa ver como del repertorio de principios que tiene el Presidente del Gobierno ha echado mano recientemente de aquellos que le aconsejan las empresas eléctricas y gasistas. También preocupa ver como la oposición se deslumbra con los cantos de sirena del lobby nuclear, absolutamente irreales y que sólo pretenden apoyar los intereses de los propietarios de las centrales nucleares para mantener su negocio. No estamos oyendo que quieran cobrar menos si les alargan la vida operativa para abaratar el coste del kWh, sino que querrán seguir cobrando el precio que marque el ciclo combinado más caro en cada momento y además, ¿quién sabe cuánto costaría una nueva central nuclear en estos momentos y en qué plazo podría estar operativa?
 
Claro que “a más renovables menos petróleo”, aunque muchos no sepan ya que inventar para rebatir este argumento. Pero también, a más renovables, más PIB y menos paro. Mantener los apoyos a las renovables, para alcanzar lo antes posible la paridad con las otras fuentes, es la mejor opción de Estado en la que deberían ponerse de acuerdo Gobierno y Oposición.