Lo que resulta una obviedad no parece que esté claro para la comisión de expertos que llama transición a un escenario en el que las renovables no alcanzarán ni siquiera el 30% en 2030 y que mantiene todas las centrales nucleares, la mayor parte de ciclos combinados e incluso alguna central de carbón.

Tampoco parecen haber empleado criterios razonables cuando su apuesta por las renovables consiste en 80 GW de renovables fluyentes (eólica y fotovoltaica) que, con el mantenimiento de las centrales convencionales, estarían abocadas a unos elevados vertidos y cuya retribución por el mercado de un producto tan inflexible desincentivará a los inversores mucho antes de alcanzar esas cifras de potencia.

Además, el apostar porque la gran mayoría de las instalaciones renovables en 2030 fueran fotovoltaicas (47 GW) genera la pregunta, que la comisión de expertos parece no haberse planteado, de cómo reemplazar todos los días a la puesta de sol y cuando la demanda aumenta, una caída de potencia tan elevada. Ni siquiera los ciclos combinados podrían responder a esa súbita demanda y, en cualquier caso, seguir dependiendo de respuesta fósil para resolver las carencias de las renovables fluyentes no parece que debiera ser el objetivo de la ‘transición’.

Los expertos de la comisión renunciaron a resolver la ecuación fundamental del sistema eléctrico de un país: la generación debe estar en todo momento equilibrada con la demanda y, en lugar de analizar en detalle si el el mix propuesto era factible, se limitaron a optimizar el coste de generación anual sin tener en cuenta que esa aproximación les conducía a un resultado inviable, técnica y financieramente.

No obstante, al reconocer la falta de firmeza a la que les conducía una flota de generación barata, les pareció inviable poder prescindir de la nuclear y del gas y hasta incluso dejaron algo de carbón dada su poca confianza con las renovables. Por algún motivo no se atrevieron a  analizar horariamente con años de series históricas reales la gran complementariedad de agua, sol y viento en nuestro país y, sobre todo, el papel de las tecnologías renovables de generación gestionables, como la termosolar o la biomasa. Por ello, llegan al decepcionante, salomónico e inviable resultado de proponer 80 GW de renovables baratas manteniendo la gran mayoría del parque convencional actual.

Hoy en día, en un país soleado como España, las tecnologías fotovoltaica y termosolar conjuntamente, con la fotovoltaica operando en las horas diurnas y la termosolar a partir de la puesta de sol, podrían reemplazar la mayor parte de la contribución de la nuclear y el carbón. La complementariedad del viento y el uso de la hidráulica harían el resto, con alguna contribución adicional de la biomasa. La potencia de respaldo con gas que resultaría en ese mix sería bastante inferior a la recomendada en el informe y, lo que es más importante, el número de horas de operación al año sería muy reducido. Ello aconsejaría su reconversión a turbinas de ciclo abierto, cuya energía de escape podría incluso recogerse en los tanques de almacenamiento de las centrales termosolares.

Y respecto a los costes, un mix equilibrado de fotovoltaica y termososlar ya es hoy en día imbatible por las centrales convencionales, como se ha demostrado en Dubái y como en unas semanas tendremos ocasión de comprobar cuando se conozcan las ofertas del proyecto Midelt en Marruecos.

Son interesadas y engañosas las afirmaciones del ministro diciendo que si se elimina la nuclear o el carbón subiría el coste de generación del sistema. Claro que si, de la misma forma que si se eliminaran las renovables el precio subiría. Lo que no dice, aunque debe saberlo, es que si se sustituyen las centrales nucleares, el carbón y buena parte del gas por energías renovables el precio global bajaría.

Sin centrales renovables gestionables, con almacenamiento, no es posible una auténtica transición energética en nuestro país. Con ellas no solo será posible acercarnos a un sistema eléctrico descarbonizado sino que se daría un gran impulso a nuestra economía y se contribuiría a la convergencia en PIB de las regiones del sur.

Las centrales termosolares llevan casi una década demostrando su fiabilidad en nuestro país y las nuevas centrales, todas ya con almacenamiento de gran capacidad, están siendo ofertadas y construidas por nuestras empresas en el extranjero a costes que, en términos de valor para el sistema, son ya competitivos, no solo en comparación con las centrales fósiles sino incluso también con la eólica o la fotovoltaica.

El informe de la comisión de expertos fue una oportunidad perdida para indicar una senda de transición más acertada. En breve presentaremos elementos que ayuden al gobierno a acertar en sus políticas y, si no, siempre nos quedará el mercado cuando se superen los espejismos actuales.