El modelo energético vigente en España basado en que más del 80 por ciento de las fuentes primarias de energía proceden de combustibles fósiles está agotado.
En primer lugar, está agotado en el sentido de que se agotarán las fuentes de petróleo y gas. Quizás, se pueda discutir si será en 50 ó 70 años, pero en lo que no hay discusión es en que se agotarán. En segundo lugar, agotado en el sentido de que es insostenible en el tiempo porque produce un calentamiento progresivo de la atmósfera debido a la emisión de gases de efecto invernadero.
Existe ya un consenso científico claro sobre el hecho del cambio climático y sobre el efecto que los gases emitidos por los combustibles fósiles tienen sobre el calentamiento de la atmósfera. Solo esta razón sería suficiente para cambiar el modelo energético, aunque las energías fósiles fueran inagotables.
Se estima que en el momento actual se vierten a la atmósfera, por la acción del hombre, 40.000 millones de toneladas de CO2 al año, las cuales están produciendo un incremento del contenido de gases de efecto invernadero en la atmósfera y el consiguiente cambio climático. La solución al reto energético actual solo puede ser un nuevo modelo energético mundial basado en las energías renovables. Esta afirmación se fundamenta en el hecho de que el sol es la fuente última de energía de la tierra. Sirva como dato, que la radiación solar sobre la tierra en cada instante supone más de 10.000 veces el consumo energético mundial.
Menos de una hora de radiación es más energía que el consumo mundial en un año. El sol hace subir el agua desde el mar a las montañas y esto permite producir energía hidráulica, hace soplar el viento, mueve las olas y mareas y pone en marcha la extraordinaria máquina de la fotosíntesis. Incluso los combustibles fósiles tienen su origen en la luz del sol. El error es quemar en pocos años lo que se produjo y almacenó durante millones de años, para llevar a la tierra a las actuales condiciones climáticas.
Existen fuentes renovables de energía que pueden ir sustituyendo progresivamente a las energías fósiles. Su precio será competitivo sin ninguna financiación pública en muy pocos años. En algunos casos la energía de origen renovable es ya competitiva sin ningún tipo de ayuda y más aún lo será cuando se internalicen los costes de emisión de gases de efecto invernadero.
Su pleno desarrollo requiere una intensa actividad y fondos para I+D+i que permitan rebajar aún más sus costes de producción y de mecanismos de regulación impulsados por los gobiernos que ayuden en sus fases iniciales de desarrollo. En el momento actual, como indicaba recientemente el presidente de la OCDE, son mucho mayores las subvenciones que en todo el mundo reciben las energías fósiles, que las de la renovables.
En España hemos oído críticas a las renovables por lo costoso de las subvenciones. Debemos ser conscientes de que una subida de 40 dólares en el precio del barril de petróleo, que hemos visto varias veces en los últimos años y que se repetirá, supone un aumento de nuestra factura anual por ese concepto cuatro veces superior al de las subvenciones a las energías renovables. Además, es un pago que se realiza al exterior.
El fin de las energías fósiles significará un cambio profundo en los costes de la energía, en las ubicaciones de las fuentes y en algunas estructuras de poder. Todo esto no puede llevarse a cabo sin que surjan importantes resistencias por parte de países y grandes sectores económicos dedicados a la producción y distribución de energía de origen fósil. Estas resistencias deben ser vencidas. El desarrollo de estas nuevas energías es imprescindible para reducir a niveles soportables las consecuencias del cambio climático
Pero las energías renovables no solo son una necesidad sino que, a su vez, constituyen una gran oportunidad para un país como el nuestro, en una situación como la actual. Si en España se hiciese un plan para que en 20 años el 50 por ciento de sus fuentes de energía fuesen renovables, se produciría un desarrollo industrial y tecnológico de tal calibre, que nos sacaría de la crisis y nos colocaría en el liderazgo mundial del desarrollo de esta tecnología que guiará el siglo XXI. Además, esto nos permitiría salir de la costosísima situación de dependencia energética que padecemos.
Una alta cuantía de energías renovables mejoraría sustancialmente nuestra balanza de pagos, nuestro déficit exterior, nuestra seguridad energética y por lo tanto, nuestra seguridad nacional. Apostar por estas energías no es más que invertir en nuestra economía para el futuro. Un programa de apoyo decidido a las energías renovables permitiría la creación a corto plazo de una cantidad importante de puestos de trabajo.
Hemos de ser conscientes de que por primera vez en la historia, España juega un papel de líder en un desarrollo tecnológico de primera magnitud. Empresas españolas ocupan un papel de líderes en energía eólica, solar y biocombustibles. Hemos oído al presidente Obama anunciar la construcción en Arizona, por parte de Abengoa, de una planta termosolar de 280 MW y decir textualmente: «Es una buena noticia que hayamos sido capaces de atraer a una empresa para construir una planta y crear puestos de trabajo aquí en América». Oír eso de un presidente de los Estados Unidos respecto a una empresa española es como sentir el mundo al revés.
No podemos ser presa del vértigo que supone ser los primeros. Claro que el camino es desconocido y nunca lo hemos hecho antes, pero hay mucho que ganar y no es más que hacer aquello que ha hecho grande a los países más desarrollados.